top of page

Consejeros, No se Cansen

  • Foto del escritor: CCB
    CCB
  • 17 sept
  • 4 Min. de lectura

Cómo encontrar fortaleza en Cristo como consejero bíblico, cuando tu corazón duele por aquellos afectados por la devastación del pecado.


ree

Es tarde. Ya debería estar dormido, pero mi mente corre sin parar. Mi corazón se siente quebrantado por lo que escuché hoy en la sala de consejería. Mientras trato de procesar mis emociones, clamo a Dios por ayuda. Quiero dar las palabras correctas, el consejo preciso que traiga sanidad al quebranto que vi.

Mi esposa se voltea y me pregunta qué me pasa. Hablamos brevemente. Aunque no puedo compartir detalles, ella puede notar que mi corazón sufre por aquellos afectados por las ruinas del pecado. Con ternura me recuerda que mi trabajo como consejero no es cargar con la carga de otros. Mi responsabilidad es señalarlos hacia la cruz de Cristo, donde todas nuestras cargas son puestas, y donde hallamos descanso en Su gracia.


Si eres como yo, has tenido noches así. La realidad es que la empatía y el amor que sentimos por quienes sufren a causa del pecado es precisamente la razón por la que muchos de nosotros nos convertimos en consejeros. Es una fortaleza dada por Dios que nos ayuda a entrar en el mundo de una persona herida para brindarle un cuidado amoroso y centrado en el evangelio.

Un sabio mentor me recordó recientemente que a veces nuestras fortalezas pueden volverse doble debilidad, cuando nos hacen perder de vista a Cristo. Entonces, ¿cómo superamos esto? ¿Cómo podemos, como consejeros, mantener los ojos puestos en Cristo mientras ayudamos a otros a hacer lo mismo?


Entrégaselo a Cristo


Muchos de nosotros hemos usado Mateo 11:28-30 para animar a nuestros aconsejados a mirar a Cristo en medio de sus luchas. Estos versículos bañan al alma cansada como un manantial de agua fresca.

Pero como consejeros, a veces olvidamos sumergirnos nosotros mismos en esta belleza. Qué hermoso es recordar que estos versículos son también para nosotros. Cuando estamos cansados y agobiados, recordemos: no nos corresponde cargar eso solos; debemos entregárselo a Cristo, así como animamos a otros a hacerlo.


Hay ironía en esto: nos enfocamos tanto en las cargas de otros, que olvidamos que también somos necesitados. Que nuestras propias cargas son demasiado pesadas para llevar, y mucho más las de otros.

En esos momentos es útil meditar en estas verdades: no somos responsables de cargar esas cargas, porque ya tenemos a un Salvador que las llevó.


Recuerda a Nuestro Sumo Sacerdote


Como consejeros, a veces sentimos que somos los únicos que ven el dolor de alguien. Nos reunimos a puertas cerradas donde las personas nos muestran su corazón y emociones reales. Una vez que salen, el resto del mundo probablemente piensa que todo está bien.

Esto puede hacernos sentir como si fuéramos sus únicos defensores, como si si no luchamos nosotros, nadie más lo hará.

Pero pensar así le hace un gran daño a nuestro verdadero Abogado y Sumo Sacerdote: Jesucristo.


Hebreos 4:14-16 nos recuerda esta gloriosa verdad:“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia y hallemos gracia para la ayuda oportuna.”


Estos versículos son una esperanza increíble tanto para creyentes como para consejeros. Jesús los ve, conoce sus luchas, y puede compadecerse de ellos como nosotros no podemos. Él sabe lo que es ser quebrantado por el pecado de este mundo.

¿Quién mejor que nuestro Sumo Sacerdote misericordioso para mirar? Y como dice el v.16, al hacerlo encontramos gracia en el tiempo de necesidad, tanto consejero como aconsejado.


Confía en el Espíritu Santo


A veces sentimos que no tenemos las palabras correctas o que somos insuficientes para dar la esperanza que alguien necesita. Y la verdad es que lo somos, pero eso es gracia: nos obliga a dejar de mirarnos a nosotros mismos y confiar en el Espíritu Santo.

Jesús animó a Sus discípulos en Marcos 13:11 a no preocuparse por qué dirían, porque el Espíritu Santo les daría las palabras. Aunque el contexto era el testimonio del evangelio, el principio también aplica en la consejería.


No debemos angustiarnos por dar el consejo perfecto, porque el consejo no debe venir de nosotros, sino de la Palabra de Dios. Y tenemos al Ayudador perfecto para guiarnos en esa verdad (Juan 16:13).

Esto significa que en la consejería podemos sumergirnos en la Palabra en oración, pidiendo al Espíritu que ilumine el consejo correcto. Aunque no siempre sea perfecto, confiamos en que Dios es soberano y nos puso providencialmente frente a esa persona.


Qué alentador es recordar: yo no soy el ayudador perfecto. Mis palabras no pueden sanar el quebranto que duele en mi corazón. Pero sí conozco al Gran Médico, al Consolador y al Ayudador poderoso. Y porque lo conozco, puedo confiar en que Él tiene el poder de ayudar a mi aconsejado (Efesios 3:20-21).


No Desmayes

Amigos, no pierdan el ánimo.

  • Cuando tu corazón esté cargado por las luchas de alguien, pon esas cargas a los pies de Jesús.

  • Cuando sientas que eres el único que entiende, recuerda que compartes un Gran Sumo Sacerdote.

  • Cuando no sepas qué decir, confía en que el Espíritu Santo guiará tus palabras en la Palabra de Dios.

No estás solo. Eres amado profundamente por Dios, quien provee gracia infinita en la necesidad, y tus aconsejados están perfectamente cuidados por Aquel que no escatimó ni a Su Hijo para redimirlos (Romanos 8:31-39).


Acerca del Autor

ree

Mark Vowels II está certificado por ACBC. Obtuvo su MDiv en el Southern Baptist Theological Seminary con enfoque en Consejería Bíblica. Actualmente vive en Florida con su familia, donde sirve como Director del Centro de Consejería Bíblica en la Iglesia Summit en Fort Myers.

Traducción de: Natalia Guerrero

 
 
 

Comentarios


bottom of page