top of page

Ministrar en Medio del Sufrimiento Catastrófico

  • Foto del escritor: CCB
    CCB
  • 17 sept
  • 5 Min. de lectura

En medio de la devastación, la Palabra de Dios es nuestra esperanza eterna, indestructible y nuestro refugio seguro.


ree

¿Dónde encontramos refugio en las tormentas de la vida? ¿Cómo hallamos en la Escritura la verdad suficiente para aplicarla a las pruebas y preguntas que cargan nuestro corazón? Ambas preguntas tienen respuesta, pero muchas veces necesitamos guía para encontrarlas y vivirlas, especialmente en tiempos de sufrimiento.


El primer paso es reorientar nuestro pensamiento (Romanos 12:1-2). La Escritura debe ser la verdad que interprete nuestras experiencias. La experiencia caída nunca puede sustituir la verdad bíblica ni la enseñanza de Dios acerca de nuestra condición humana. Cuando hacemos de las experiencias nuestro “portavoz de la verdad”, el engaño, la confusión y la mentira distorsionan los propósitos de Dios en el sufrimiento.


Hace poco, la ciudad de Pacific Palisades, California, fue devastada por un incendio que se extendió por el condado de Los Ángeles, afectando a cientos de miles de personas. Muchos lo perdieron todo: hogares, medios de vida, recuerdos… quedando únicamente ruinas y sombras de caos y confusión. Algunos perdieron seres queridos, otros aún los buscan.


La pérdida trágica sacude la estabilidad incluso del creyente. El shock, el entumecimiento, la tristeza y la desesperanza abruman. Con frecuencia siguen la ira y el arrepentimiento, junto con preguntas reales y urgentes que claman por respuestas.


Una de las más comunes es: “¿Por qué?”. Fue la pregunta de Job durante más de 40 capítulos, hasta que la rindió ante el “¿Quién?”. Aprendemos que luchar con el “por qué” es humano, y no necesariamente pecaminoso, pues Dios conoce nuestra condición (Salmo 103:14). Muy pronto, el “¿por qué?” se convierte en “¿y ahora qué?”.


No hay víctimas en Su plan


Como consejeros bíblicos, tenemos las respuestas en la Palabra suficiente de Dios. Pero la forma en que ministramos esas verdades es crucial. Jesús siempre tuvo un tiempo perfecto y un tempo perfecto al hablar la verdad, y siempre con un objetivo: la redención, más que el simple alivio.


Así también, nosotros debemos enmarcar el sufrimiento dentro de la soberanía de Dios. En Su plan, no hay víctimas. Debemos ayudar a nuestros aconsejados a abrazar a su Salvador siempre presente como su refugio y fortaleza (Salmo 46:1). La mentalidad de víctima puede ser comprensible, pero es carnal. Dios es soberano sobre cada momento de nuestras vidas: en el dolor, en las catástrofes, en la pérdida (Job 2:10; Eclesiastés 7:14).


Ministrar con presencia y compasión


Los que sufren necesitan tomar un peldaño de verdad a la vez, con la ayuda de Dios, para salir del pozo de la desesperanza. En medio del dolor, nuestra mente y emociones pueden capturar lo verdadero y deformarlo.


El ministerio incluye reconocer la pérdida y atender las necesidades físicas. La Escritura nos da un ejemplo perfecto: Elías. Abrumado por el miedo y el cansancio, pidió a Dios la muerte (1 Reyes 19:4). En su angustia, Dios primero le dio pan, agua y descanso. Solo después le habló. Esto nos enseña que el cuidado requiere un ritmo: tiempo y verdad en balance.


En medio de las ruinas, la alegría y el dolor pueden coexistir. Pablo lo vivió (Filipenses 4:11), mostrando que la fuerza de Dios nos sostiene en cualquier circunstancia. Esa fortaleza no es natural, sino sobrenatural: nos lleva y nos restaura mientras rendimos nuestras pérdidas a Él.


Así como buscamos la sabiduría divina en el ritmo del cuidado, también necesitamos armarnos con la verdad bíblica que nuestros aconsejados necesitan escuchar y repetir. Dios eligió usar palabras para comunicar la verdad más importante de todos los tiempos: la Biblia. Nuestras palabras también deben transmitir esas verdades, aun cuando pueda ser difícil para ellos escucharlas, mientras somos sensibles al equilibrio entre la verdad y el cuidado.


Dirigiendo los Corazones al Dios de Esperanza


La esperanza debe estar anclada en el Dios de esperanza (Romanos 15:13), no en nuestras circunstancias. Aquellos que sufren necesitan la “presencia con” de otros—un salvavidas de consuelo y cuidado por parte del cuerpo de Cristo. Esta “presencia con” es una expresión de “unos a otros”, que requiere tiempo, sacrificio y oración persistente. Anima a los aconsejados a reconectarse con la comunidad a través de la adoración, los grupos pequeños y el servicio. Aunque al principio pueda ser difícil, estas conexiones son parte de la provisión de Dios.


Sé un buen estudiante de su sufrimiento. Escucha sus palabras. Aprende qué historias bíblicas significan más para ellos y ayúdales a expandir las verdades contenidas en esas historias. Edifica sobre los pasajes de la Escritura que ya han tocado sus corazones y sus necesidades.


Uno de mis pasajes bíblicos favoritos es “El Camino a Emaús”, que se encuentra en Lucas 24:13-51. Relata el encuentro de Jesús con dos amigos que recién habían salido de Jerusalén después de Su resurrección. Confundidos e inquietos, no lo reconocieron porque aún no se había revelado completamente a ellos. Consciente de su dilema, Jesús sabía que necesitaban ser recordados de la verdad de la Escritura. Sin esperanza y desanimados, dijeron: “Nosotros esperábamos que Él fuera el que había de redimir a Israel” (Lucas 24:21).


Jesús reveló la raíz de su desesperanza: su incapacidad de verlo tal como es. Él reformuló su confusión recordándoles lo que el Antiguo Testamento profetizó sobre Él—lo que es verdadero y seguro, aun cuando la vida parece caótica. Mientras estaba “con” ellos, Jesús habló la verdad a sus temores, comió con ellos y finalmente se reveló. Cuando sus ojos fueron abiertos, exclamaron: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24:32). La palabra “ardía” en griego, kaiō, significa encender, quemar o flamear.


John MacArthur, en su comentario sobre este pasaje, escribe: “La historia de este encuentro puede verse desde tres perspectivas: la necesidad de entendimiento, la fuente del entendimiento y la respuesta al entendimiento”. Estas proporcionan un marco útil para abordar el dolor y el sufrimiento, guiando a los aconsejados a responder de maneras que glorifiquen a Dios. Necesitamos ministrar cuidadosamente la Palabra suficiente y perfecta de Dios a los heridos y desesperanzados, equilibrando con cuidado ritmo y verdad. Al imitar el consejo de nuestro Salvador, los corazones y la esperanza de los aconsejados pueden ser avivados con nueva esperanza y propósito, viviendo según un entendimiento bíblico de sus pruebas y el ánimo necesario para perseverar (Hebreos 12:1-3; 1 Tesalonicenses 1:3). La manera en que aconsejamos es un testimonio de nuestra propia teología.


Los aconsejados que sufren necesitan ayuda para mantener a Cristo y Su Palabra como su esperanza eterna e indestructible, y como un refugio vivo que nunca podrá ser arrebatado. Ministrar a quienes están en medio del dolor requiere más que breves palabras de aliento. El aconsejamiento en estas situaciones demanda larga paciencia, tanto para el aconsejado como para el consejero. Aquí es donde vamos la distancia completa, ya que el tiempo de Dios para la santificación puede ser diferente al nuestro.


En última instancia, el amor constante de Cristo es la fuente de nuestro consejo y cuidado. Somos instrumentos en las manos del Redentor cuando señalamos a otros hacia Aquel que es el Consejero Admirable (Isaías 9:6). Al caminar junto a quienes sufren, siendo conscientes tanto del ritmo como de la verdad, ministramos fielmente Su verdad con paciencia, ayudándoles a ver Su mano en acción, incluso en sus pruebas más oscuras. Él solo trae belleza de las cenizas (Isaías 61:3). Él obra a través de nosotros para recordarles su fuente de consuelo y los propósitos que Él establece en nuestro dolor (2 Corintios 1:3-4).

Acerca del Autor

ree

Diane Schwan está casada con David. Son padres de cuatro hijas adultas y abuelos de dos nietos. Tiene una Maestría en Consejería Bíblica (MABC), es consejera certificada por ACBC, ha servido en el Consejo de Abuso y ha sido conferencista en congresos de ACBC.

Traducción de: Rosa Sara

 
 
 

Comentarios


bottom of page