Parece que todo el mundo quiere hablar de sexo, a excepción de las personas que de verdad necesitan hablar de ello. Cada pareja casada atraviesa temporadas de dificultad en su vida sexual, pero rara vez quieren hablar de ello. En nuestra cultura que promueve una caricatura fácil, agradable y sin complicaciones del sexo, luchar sexualmente puede ser desconcertante en el mejor de los casos y muy vergonzoso en el peor de los casos. Cada vez que me siento con una pareja que está experimentando algún tipo de lucha sexual casi siempre empiezan diciendo lo mismo: "Usted es la primera persona a la que le hemos hablado de esto." De hecho, a menudo están tan avergonzados que apenas lo han hablado entre ellos.
Las luchas sexuales en el matrimonio se presentan de diferentes maneras. Ya sea que se trate de una falta de excitación sexual, o de sentirse incómodo con los deseos sexuales de su cónyuge, tener fantasías recurrentes, experimentar grados diferentes de deseo sexual, o cualquier otra cosa, las luchas sexuales pueden ser un problema significativo en un matrimonio.
Cuando piensas en nuestra cultura hiper-sexualizada combinada con nuestra carne sexualmente caída, no debe sorprendernos que tanto cristianos como no cristianos tengan luchas en su sexualidad, aun cuando estén casados. Pero como en todas las consecuencias de nuestros corazones caídos en este mundo caído, hay esperanza de perdón, sanidad, redención y restauración a través del evangelio.
Entonces, ¿dónde empezamos a abordar los problemas sexuales con nuestra pareja?
Entienda lo que es el sexo
Primero, la pareja necesita entender por qué Dios creó el sexo. La mayoría de las parejas se casan con una teología débil o inexistente acerca del sexo. Asumen que el sexo es el "beneficio" que se llevan con el matrimonio, como un regalo de boda cósmico. Pero Dios no creó algo tan poderoso como nuestra sexualidad para ser sólo una "añadidura" a la relación matrimonial.
Dios creó el sexo para ser una parte fundamental al experimentar el matrimonio. Hay tres propósitos dados por Dios para el sexo, es decir, tres propósitos sin los cuales nuestras relaciones sexuales no pueden glorificar a Dios de la manera en que lo diseñó.
1. El sexo es un medio para cumplir la unión del pacto
Nuestra sexualidad (que involucra todos los aspectos de la atracción, el deseo y la actividad física) fue diseñada por Dios como un camino por el cual un esposo y una esposa pueden ser unificados. A través del sexo Dios unifica a una pareja de una manera hermosa y misteriosa que involucra, en un acto, los aspectos físicos, emocionales y espirituales de nuestra humanidad (Gen 2: 24, 1 Cor. 6:14-20).
2. El sexo es una expresión de la relación marital
Cantar de Cantares demuestra esta verdad, ilustrando cómo la relación sexual proporciona una expresión vívida de la intimidad, la vulnerabilidad, la reciprocidad, la pasión y el éxtasis del matrimonio de una manera única y poderosa. El sexo no es la expresión última de la relación matrimonial, sino que es una expresión únicamente poderosa.
3. El sexo es una ilustración de algunas de las dinámicas relacionales entre Cristo y la Iglesia
Si el sexo es una expresión de la relación matrimonial, y la relación matrimonial está destinada a ser una imagen de Cristo y la Iglesia, entonces no podemos negar la conexión directa entre los dos.
Como John Piper escribió: “Dios nos creó a su imagen, hombre y mujer, con personalidad y deseos sexuales para que cuando venga a nosotros en este mundo existan estas poderosas palabras e imágenes para describir las promesas y placeres de nuestra relación de pacto con El a través de Cristo.”
Recuerda el poder del evangelio
Inevitablemente, nuestras experiencias sexuales no están a la altura de este noble ideal. Con demasiada frecuencia el sexo se convierte en una fuente de conflicto y desunión. A menudo el sexo se convierte en una expresión de nuestros propios deseos egoístas en lugar de nuestro amor sacrificado. Demasiado a menudo el sexo ilustra una relación quebrada que oscurece las palabras e imágenes que Dios quiere que representemos.
Cuando nos enfrentamos a la caída de nuestra sexualidad y a sus consecuencias en nuestras vidas sexuales, puede llegar a ser rápidamente obvio lo que estamos llamados a "quitar". Pero el llamado correspondiente es a "poner" una sexualidad desinteresada, lo cual puede parecer imposible. Nuestros deseos sexuales (o la falta de ellos) son tan íntimos, tan fuertes y tan aparentemente innatos que normalmente dudamos si realmente hay alguna esperanza.
Puedo pensar sobre incontables noches en mi propio matrimonio que terminó en lágrimas cuando la desesperanza se apoderó de nuestros corazones y realmente creíamos que no había posibilidad de cambio. Estábamos tan solos, rotos y desanimados que ni siquiera podíamos imaginar una salida. No importaba cuántos libros sobre el tema hayamos leído, todos ellos parecían añadir a la condena de que había algo hermoso en el sexo, pero nosotros no podíamos acceder a él.
Necesitábamos más que consejos, trucos, herramientas, o tiempo. Necesitábamos recordar la verdad del evangelio y del poder transformador del Espíritu que es capaz de transformar cada parte de nosotros, incluyendo nuestra sexualidad. Nuestras mentes necesitaban ser renovadas (Rom. 12:2, Ef. 4:23) con la verdad de quiénes somos en Cristo, conforme a quien él continuamente nos está haciendo, y qué clase de Dios es Él. Necesitábamos ser refrescados con aprecio por su amor, bondad e intimidad antes de que pudiéramos buscar expresar amor, bondad e intimidad sexual el uno hacia el otro.
Ahora, no me malinterpreten. Recordar el evangelio no es una cura de un solo tiro para sus luchas sexuales. Nuestras mentes necesitarán ser renovadas con la verdad de quién es Dios y conforme a quién nos está siendo ser, mientras nuestra sexualidad siga siendo afectada por la caída, lo cual será por el resto de nuestras vidas. Pero el recordar constantemente el poder del evangelio es el fundamento para crecer en nuestras vidas sexuales. Y es lo único que, en medio de nuestras profundas y penetrantes luchas, nos da una esperanza real y duradera.
Persigue el sexo como Dios lo diseñó
Es sólo cuando se nos ha recordado el poder que el evangelio tiene para transformar, que podemos crecer en nuestras luchas sexuales. A medida que el Espíritu nos da poder, comenzamos a experimentar el sexo cada vez más como Dios lo diseñó para ser: un medio de unión, una expresión de nuestra relación, y un cuadro de Cristo con la iglesia.
Para ello, podemos tratar de responder al llamado de amar a nuestro cónyuge sexualmente en formas que lo bendigan y expresen nuestro profundo y perdurable amor. Esto significa tomar tiempo para aprender los deseos de nuestro cónyuge y para permitir a nuestro cónyuge el tiempo y el espacio para explorar nuestros deseos también. Nadie está diciendo que esto no será incómodo a veces, pero el evangelio nos autoriza a amar a otros de maneras que vienen naturalmente, pero también de maneras que nos estiran.
A medida que nuestras vidas sexuales toman una perspectiva cada vez más eterna, nos damos cuenta de que la frecuencia del sexo en el matrimonio es importante no sólo porque "lo quieres" o "lo quiero", sino porque Dios nos ha llamado a relacionarnos sexualmente y expresarnos nuestro amor por el otro en esta forma única y poderosa.
Y a medida que manifestemos el fruto del Espíritu en nuestro amor unos por los otros, comenzaremos a manifestar paciencia por la falta de excitación sexual, ser bondadosos cuando tengamos diferentes deseos, tener autocontrol mental con respecto a nuestras fantasías, y tener esperanza y alegría donde la desilusión y la desesperación habían reinado una vez.
Sé que si usted está luchando sexualmente en su matrimonio ahora, puede estar llegando al final de este post queriendo saber más. Usted quisiera saber por dónde empezar, desearía conseguir información más específica sobre su situación, y quiere hacer preguntas acerca de cómo se aplica el evangelio y de cómo es el amor potenciado por el Espíritu en esta lucha. Pero ésas no son el tipo de preguntas específicas que puedo contestar en un artículo del blog.
Es por eso que necesita tan desesperadamente caminar a través de sus luchas sexuales en el matrimonio en medio de la comunidad de una iglesia. Dios nos ha dado el cuerpo de Cristo para caminar con nosotros a través de nuestras luchas. Él llama a los que nos rodean para consolarnos, darnos esperanza, renovar nuestras mentes y ayudarnos a encontrar el camino a seguir. Si no sabe cómo plantearlo o expresarlo, tal vez simplemente puede enviar este mensaje a un amigo o un pastor y simplemente diga: "Hola, Soy (su nombre) ¿podemos hablar?"
Dios le ha puesto en el cuerpo de Cristo en el que estás para ayudarle a navegar por estas difíciles aguas. Y si está luchando sexualmente en su matrimonio, no está solo. La verdad es que, de una forma u otra, todos estamos luchando con esto. Simplemente no nos gusta hablar de ello, aunque lo necesitamos desesperadamente.
Este no es el lugar para responder a todas sus preguntas, pero mi oración es que estas verdades (si, nada más), le dan esperanza. Esperanza suficiente para seguir luchando. Esperanza suficiente para pedir ayuda en su familia de la iglesia. Esperanza suficiente para recordar que el trabajo de Dios en usted no está terminado, y que su trabajo en el área sexual de su matrimonio tampoco.
Escrito por: Scott Mehl
Traducido por: Miguel Linares
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