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Cuando la Tragedia Golpea

  • CCB
  • 18 jul
  • 5 Min. de lectura

¿Cómo nos aferramos a Cristo en un mundo lleno de dolor?

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La radio transmitía las noticias mientras paseaba por una tienda de regalos el 21 de diciembre de 1988. Me quedé paralizada al escuchar el anuncio de que el vuelo 103 de Pan Am había explotado sobre Lockerbie, Escocia. Choque, horror, dolor. Esos eran mis colegas, esa era mi aerolínea Pan Am, ese era mi vuelo 103. No había nada que hacer más que quedarme ahí en la tienda y llorar. Habían pasado varios años desde que dejé mi trabajo en Pan Am, pero ese día me sentí profundamente parte de la familia Pan Am.


Aquí estamos en 2024, donde los ataques terroristas se han vuelto parte de la vida en este mundo caído: el 11 de septiembre, los tiroteos escolares, el 7 de octubre... Si bien todos sentimos horror ante tales actos de maldad, la mayoría de nosotros no fuimos afectados directamente: mi esposo no estaba en el vuelo 103 de Pan Am ese día. Esa no era la escuela de mi hijo. Mis hijos no estaban en el festival de música en Israel. Por tanto, no podemos decir: “Entiendo”. El resto de nosotros no puede imaginar el dolor indescriptible e insoportable de las familias en medio de tal tragedia. El duelo es severo y prolongado.


El duelo: la Biblia habla con claridad sobre este tema. David, por ejemplo, expresó este dolor prolongado de forma elocuente:

¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre?

¿Hasta cuándo esconderás Tu rostro de mí?

¿Hasta cuándo he de tomar consejo en mi alma,

Teniendo tristeza en mi corazón todo el día?” (Salmo 13:1–2).


Ese tipo de dolor puede desgastar la esperanza y conducir a la amargura y la desesperación. Pero hay una manera de ayudar a quienes están en profundo sufrimiento a aprender a lamentar con esperanza en el Señor.


Tres pasos para lamentar con esperanza en el Señor


1. Lamentar

En 1 Samuel 30, vemos un breve vistazo a un evento trágico en la vida de David, que ofrece un ejemplo de tres pasos para lamentar con esperanza en el Señor. Huyendo del rey Saúl y sus intenciones homicidas, David, sus esposas y sus soldados residían en la ciudad de Siclag, que había sido ofrecida como morada por los filisteos. Después de una ausencia, David y sus hombres regresaron a Siclag y encontraron que había sido “quemada con fuego, y sus mujeres, sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos” (1 Samuel 30:3).


Imagina volver a casa y encontrar esa escena devastadora y el secuestro de tu familia, probablemente para ser vendida como esclavos. ¡Imagina su dolor! ¿Cuál fue su primera reacción?

Entonces David y la gente que estaba con él alzaron su voz y lloraron hasta que no tuvieron más fuerzas para llorar” (1 Samuel 30:4).

Tal vez clamaban:

¿Por qué, Señor, te mantienes lejos?

¿Por qué te escondes en tiempos de angustia?” (Salmo 10:1).


Al igual que David y sus hombres, debemos ayudar primero a quienes están de duelo a lamentar delante del Señor. Podemos lamentar con ellos. El Señor Jesús entiende el dolor. Fue “varón de dolores y experimentado en aflicción” (Isaías 53:3). No solo sufrió, sino que hubo un propósito divino y redentor en su sufrimiento: resucitó de los muertos, venciendo la muerte, y con ello al pecado —la causa de la muerte—, y ofrece vida eterna a todo aquel que pone su fe en Él como Salvador y Señor. Él es nuestro consuelo supremo y la fuente de esperanza eterna.


2. Recordar

Pero la situación de David empeoró:

David estaba muy angustiado, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba amargado, cada uno por causa de sus hijos y de sus hijas” (1 Samuel 30:6).

No solo enfrentaba una tragedia, sino ahora también la ira y rebelión de sus hombres. ¿Cuál fue su reacción?

Pero David se fortaleció en el Señor su Dios” (1 Samuel 30:6).


El segundo paso para lamentar con esperanza en el Señor fue recordar el carácter de Dios y Sus promesas.


Podemos ayudar a los que están de duelo a aferrarse a la verdad de quién es Dios:

Dios es nuestro refugio y fortaleza,

Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).


Es vital animarlos a llenar su mente con la Palabra de Dios. Fue David quien escribió:

Aun si voy por valles tenebrosos,

No temo mal alguno, porque Tú estás conmigo;

Tu vara y Tu cayado me infunden aliento” (Salmo 23:4).


David confiaba en la cercanía fiel del Señor, y su fe perseverante producía esperanza eterna en Él.


Debemos recordar que nuestro Dios soberano y sabio utiliza todas las cosas —incluso las tragedias— para nuestra santificación. Nada ocurre fuera de Su poder y bondad. Incluso en medio del dolor, esta verdad debe nutrir la esperanza en el Señor.


3. Pedir

Hubo un tercer paso en la respuesta de David ante el duelo:

Entonces David dijo al sacerdote Abiatar, hijo de Ahimelec: ‘Te ruego que me acerques el efod’. Y Abiatar se lo acercó a David” (1 Samuel 30:7).


El efod del sumo sacerdote era una prenda utilizada para discernir la voluntad de Dios. David, en su dolor y enfrentando el peligro de una revuelta, reconoció su necesidad desesperada de dirección y buscó al Señor.


Podemos animar a quienes están en pruebas y duelo a acudir a Dios en busca de dirección y socorro. Él nos ha invitado a orar y pedirle sabiduría:

Pero si alguno de ustedes se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).


Ya no necesitamos un efod, porque Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote y ha abierto el camino para que nos acerquemos a Dios:

Por tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia para que recibamos misericordia y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (Hebreos 4:14–16).


Qué Dios tan misericordioso tenemos, que nos concede acceso a Su presencia santa para pedir ayuda.


Conclusión

La tragedia del vuelo 103 de Pan Am aún me duele profundamente. Hoy en día, las noticias diarias nos recuerdan que la tragedia está por todas partes, dejando a muchos en estado de shock y dolor. Para David, la tragedia dio un giro favorable: él y sus hombres pudieron recuperar sanos y salvos a sus esposas e hijos. Pero incluso cuando los eventos trágicos no tienen un “final feliz”, podemos ayudar a quienes están en shock y duelo a responder a la tragedia lamentando delante del Señor, recordando Su carácter y Sus promesas, y pidiendo al Señor guía y ayuda. Aunque el dolor sea prolongado, la fe perseverante producirá una esperanza duradera y eterna en el Señor.


Acerca del Autor

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Margaret Glass y su esposo, John, son misioneros con Grace Ministries International. Actualmente viven en Francia y están plantando iglesias en Ginebra, Suiza.

Traducción de: Natalia Guerrero

 
 
 
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